Cuarto y mitad de pepinos

Mientras nos rasgamos las vestiduras por un travesti disfrazado de virgen, un inapropiado autobús naranja, un burdel hinchable, un diccionario sexista y un europarlamentario machista, una se pregunta cómo es posible que todavía sea necesario discutir en las ágoras de Bizancio cuestiones que parecen tan obvias. Quizá estemos demasiado impregnados de ignorancia y superstición. Quizá todo este frenesí, esta indignación, esta reivindicación permanente oculte algún problema en el orden o el desorden sexual de nuestras vidas.
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