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Tengo una muñeca vestidá deá zul


Breve ha sido el viaje de las Lumi Dolls por España. Apenas recién llegadas, les han negado el permiso de trabajo cerrando el burdel de juguetedonde se afanaban. La Administración aduce falta de permisos, mientras el casero jura y/o perjura que nadie le informó nunca del negocio que unos avispados emprendedores habían montado en su propia casa: entre 80 y 100 euros la hora por disfrutar de Katy, Niky, Lily o Aki, cuatro barbies de tamaño muy natural, dos europeas y dos asiáticas, concebidas en silicona quirúrgica, con esqueleto articulado y tres orificios de 17 centímetros de profundidad, para darle placer al cliente con la boca, la vagina o el ano. Por cierto, se dice que la única que siempre estaba disponible era Aki, y que a las demás nadie les ha visto el pelo.


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